La fascia
La fascia es el tipo de tejido más abundante en nuestro cuerpo, conteniendo el 23% de agua de nuestro organismo y representando el 16% de nuestro peso total. ¿Qué crees que puede suponer una disfunción fascial? ¡Hoy te lo contamos!
Lo primero…¿qué es?
El sistema fascial es una membrana fibrosa de tejido conectivo ininterrumpida que recubre músculos, articulaciones, huesos, órganos,… Está formada por fibras (colágeno, fibras reticulares y de elastina), células y sustancia fundamental como el ácido hialurónico.
¿Cual es su función?
Protege y mantiene la estructura del cuerpo unida. Separa en compartimentos cada estructura a la vez que los une, formando así una red de fascias.
Ahora sí…¿qué es una disfunción fascial?
Existen principalmente dos orígenes de disfunción fascial: físico y emocional.
- Hay múltiples causas físicas que pueden dañar una parte de la fascia; como un traumatismo, un dolor agudo o crónico, una cicatriz… Al formar una red, esta lesión puede provocar alteraciones en otras partes del cuerpo, ya que este hace compensaciones para evitar el dolor y volver al equilibrio. Se suele sentir como un dolor sordo y difícil de ubicar. Si estas lesiones en el sistema fascial no se resuelven, pueden frenar la recuperación de la funcionalidad de distintas partes del cuerpo.
- La fascia tiene un alto componente emocional. Los traumas, bloqueos emocionales o estados como el estrés y la ansiedad pueden afectarnos generando zonas de acumulación de tensión o dolor, o interfiriendo en la correcta función de distintas estructuras corporales.
¿Cómo se trata?
- Como hemos dicho, la causa del problema no siempre está donde se manifiesta. Mediante la inducción miofascial (MIT®), que consiste en movimientos tridimensionales y presiones sostenidas sobre la red de fascias, se va liberando cualquier tipo de restricción (en órganos, músculos….).
- A través de la fascia se puede tratar cualquier dolor muscular, recuperar la correcta función de los órganos (movilidad visceral), e incluso puede ayudar a liberar bloqueos emocionales.
¿En qué casos concretos podríamos aplicar este tipo de terapia?
Dolor musculoesquelético y articular, Cicatrices, Cefaleas, Migrañas, Hombros congelados, Latigazo cervical, Disfunción ATM, Disfunciones del suelo pélvico, Problemas digestivos…
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